En menos de una semana se han producido dos varamientos de cetáceos en Nueva Zelanda. El último corresponde a la muerte de 240 ballenas piloto que quedaron atrapadas en una playa de las islas Chatham.
A las ballenas sobrevivientes del varamiento, número que aún se desconoce, se les indujo la muerte para evitar un “mayor sufrimiento”.
Según dijo a DW el Ministerio de Conservación, sus regulaciones internas prohíben reflotar a las ballenas debido al riesgo de ataque de tiburones, tanto como para el personal como para los mamíferos heridos.
“Esta decisión nunca se toma a la ligera, pero en casos como este es la opción más amable”, agregó el asesor técnico de asuntos marinos del ministerio, Dave Lundquist.
Suele suceder que ballenas, delfines y otros mamíferos marinos se queden varados con frecuencia en las costas del sur de Australia y Nueva Zelanda, aunque especialistas aún no logran esclarecer los motivos.
Se presume que esto se genera por enfermedades, cambios de mareas, prosecución de depredadores o condiciones meteorológicas extremas.